dimecres, 26 de novembre del 2014

Us recomanem... Llibres.

Descobrint les novetats...
Odio la escuela de Jeanne Willis i il·lustracions de Tony Ross.

Esta es la historia de una niña Honorata que no quería ir a la escuela, pues la odiaba con pasión... ¿Y por qué no habría de odiarla? ¡Su maestra es un horror! ¿Los salones? ¡Espantosos! ¿La comida? ¡De lo peor! ¡Sus amigos son piratas! ¡Y está loco el director! ¿Acaso puede ser correcta tan tremenda narración? ¿Es su escuela un infierno? ¿O sólo es su imaginación? 

Reproduim el que diu la RevistaBabar.com d'aquests llibre:
Odio la escuela (Andersen Press, 2003) es uno de los muchos álbumes de Jeanne Willis ilustrados por Tony Ross. Una fructífera y prolongada colaboración que ha dado lugar a un sinfín de títulos, entre los cuales destacamos la serie del doctor Xargle, y uno que reseñamos anteriormente en Babar: Malvado conejito.
Este que recomendamos nos traslada la visión de una niña, Honorata Valentón (Honor Brown), sobre su colegio, un lugar terrible que parece sacado de las escenas más cruentas de los cuentos de hadas: la maestra es una rana llena de verrugas que les arroja al vacío a la mínima de cambio, el director tiene un hacha en su mesa con la que guillotina a los niños para luego exponer su cabeza en la pared, los compañeros de clase son piratas que practican diversas formas de tortura, la piscina está infestada de tiburones…
En el mundo anglosajón es frecuente el uso de la rima en álbumes para primeros lectores, un modo de escribir que aporta mucha musicalidad y ritmo y que seduce a los niños, capaces de aprenderse de memoria libros enteros. En el caso de Odio la escuela, la rima provoca además un efecto cómico, puesto que el texto está plagado de disparates, barbaridades y momentos políticamente incorrectos que sin duda harán reír a los más pequeños. Tanto el tema como el estilo recuerdan en ocasiones al humor negro de Edward Gorey, aunque aquí las ilustraciones y lo disparatado del texto consiguen hacer las bromas más accesibles a los lectores infantiles, que posiblemente leerían con cara de espanto alguna de las viñetas de Los pequeñines macabros (o no, quién sabe…).
Puede que alguien ponga el grito en el cielo si se queda en la superficie de las ilustraciones, en las que se ve cómo el profesor-batracio de gimnasia cuelga en una horca a sus alumnos o les lanza a una piscina llena de tiburones, pero seguro que la mayoría de adultos y de niños saben apreciar el mensaje de este libro, donde encontramos reflexiones interesantes sobre la relación con los compañeros, la vivencia del alumno frente a los retos que le plantea el colegio, el miedo a la autoridad y al castigo…
En ocasiones, este libro nos recuerda a los terribles profesores del colegio de Matilda, y también tiene ciertos elementos comunes con otro álbum, ilustrado por Tony Ross, titulado Nicky, sobre una niña que no quiere comenzar en la escuela, y descubre que todo es mucho mejor de lo que había imaginado.
La traductora, obviamente, se ha permitido numerosas licencias, incluso hay páginas donde se duplica el número de versos, pero el tono está muy conseguido, y también la adecuación del texto a las ilustraciones, una labor nada fácil que hay que valorar.(...)