dijous, 4 de juny del 2015

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Niveles de vida
de Julian Barnes; traducción del inglés de Jaime Zulaika.

«Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado, no obstante.» El libro arranca con esta reflexión y en efecto reúne tres historias aparentemente inconexas que acaban mostrando secretos y sutiles lazos. Niveles de vida habla de la aventura de vivir, de los retos imposibles, del amor que todo lo desborda y del dolor de la pérdida. Y lo hace entretejiendo tres piezas independientes. La primera nos habla de los pioneros de la conquista del cielo con los globos aerostáticos y de las iniciales tentativas de fotografías aéreas realizadas por Nadar, aspirando a ser el ojo de Dios. La segunda historia retoma a un personaje de la anterior, el coronel británico Fred Burnaby –bohemio, aventurero y viajero, que murió en Jartum–, del que se relata su pasión por la legendaria actriz Sarah Bernhardt. La tercera parte salta en el tiempo del siglo XIX al XX y de las historias ajenas a la propia: la muerte de su esposa. No es la primera vez que Julian Barnes experimenta con las formas literarias. En este caso la ruptura con la narrativa más tradicional está al servicio de una aventura literaria de gran calado: indagar, huyendo del sentimentalismo, en el dolor causado por la pérdida del ser amado, adentrarse con las armas de la gran literatura en el territorio de la aflicción. El resultado es un libro deslumbrante, que rompe las barreras de los géneros y consigue una hondura y una belleza iluminadoras.
Text extret de la contraportada del llibre.

Crítica literària que fa sobre aquesta obra José Luis de Juan a Babelia de cultura.elpais.com:

(...) Cinco años después, el escritor nacido en 1946 en Leicester escribe sobre la experiencia de la aflicción tras la muerte de su compañera. ¿Era una necesidad personal o literaria? La pregunta es retórica: todo lo literario es personal. La cuestión es cómo se ventila este dilema cuando el material de trabajo son las emociones más directas y hay que decidir con más cuidado que nunca lo que no se va a contar.
Así son los niveles de vida, sucesivamente: levedad aérea, a ras de tierra y bajo tierra. Para ilustrar el primero, el autor inglés se centra en ciertos personajes de la historia de los vuelos en globo: el coronel Fred Burnaby, Sarah Bernhardt y Félix Tournachon. Los tres estaban cegados por el pecado de la altura. Querían despegarse del suelo y sentir la caricia de las nubes, "oírse vivir", como consignó el primer hombre que hizo una ascensión en globo. El narrador observa: "Quizá el mundo no progresa madurando, sino manteniéndose en un estado de permanente adolescencia, de exultante descubrimiento". Y así se mueven esos tres personajes: se dejan llevar por el viento, mirando a los que han quedado abajo, con el peligro de "estrellarse y arder, o arder y estrellarse". Pero tanto Burnaby como su Sarah creen que "el peligro es preferible a la seguridad". La relación entre el militar y la actriz está muy bien descrita, en sus episodios y diálogos. Hay una condensación de experiencias sin un aparente esfuerzo estilístico. Burnaby es el sentimental que se esconde tras una capa de frialdad y desapego. La Bernhardt es la musa adicta al placer que mata de un tiro a su mascota, la pitón que se comía los almohadones de seda. Y el otro personaje, el inefable Tournachon, alias Nadar, le sirve a Barnes para juntar por los pelos dos cosas: los viajes en globo y la fotografía.Si el golpe recibido de forma tan imprevista pudo tener repercusión en lo que escribió Julian después, como puede intuirse en cierto desfallecimiento tonal de su última novela, Niveles de vida recupera algunas de las virtudes del autor de El loro de Flaubert: flexibilidad, elegancia y precisión. La obra comienza con ligereza y acaba de la misma manera, aunque la tercera parte se centra en la pesadumbre de la pérdida y en los sentimientos más pesados que el aire.
Porque para Barnes la literatura es juntar vida y palabra, representación y respiración. Con estos personajes aéreos se podrían haberse escrito varias novelas, pero él los exprime al máximo. La de páginas que nos ahorra ascendiendo en los globos con los nuevos argonautas, para llegar bajo tierra, donde el aire ya no circula, donde aquella "fe e invulnerabilidad" que otorga el amor ya se han perdido. Es admirable el vaivén metafórico, trufado de datos y cifras que parecen fijar emociones, de los dos primeros capítulos.(...)